Colegio La Pureza de María

A instancias de la Comunidad de religiosas de la Pureza de María, el arquitecto Mauro Lleó Serret proyecta, en 1962, un complejo escolar para desarrollo de un ambicioso programa que incluía colegio, iglesia y residencia para las monjas y que desarrolla, con gran eficacia, aplicando los postulados del movimiento moderno. En 1963 se termina el primer edificio, el parvulario, concebido como una serie de aulas, escalonadas en planta, con grandes huecos orientados al sur, protegidos por marquesinas metálicas. Mediante un porche cubierto por una delgada losa de hormigón, el parvulario queda conectado al edificio principal, un rotundo volumen prismático de planta rectangular dispuesto en paralelo a la avenida del Cid, aunque retranqueado respecto de la línea oficial, que en planta baja alberga la zona representativa del edificio, destina las plantas altas a aulas y, en la última, recoge la residencia de las monjas. Las fachadas, dos extensos paños de cerramiento ligero resueltos con ventanales metálicos y paneles de color blanco, determinan la imagen más característica del edificio, modulada por la estructura, metálica, vista, y limitada por dos muros testeros ciegos de ladrillo visto entre los que se extienden largos parasoles metálicos. La iglesia, con acceso desde el edificio principal, se configura como una pieza autónoma, de una sola nave, con los muros exteriores escalonados en forma de abanico y simétrica respecto del ábside. Estilísticamente, el conjunto responde a los parámetros de rigor geométrico y sobriedad característicos del movimiento moderno interpretado bajo influencia de la arquitectura de Mies Van der Rohe. Las obras finalizan definitivamente en el año 1966.

Es de destacar su significación como ejemplo de la renovación arquitectónica en materia de edificación educacional con incorporación de estructuras compositivas y lenguajes arquitectónicos contemporáneos en un ámbito concreto de Valencia.